sábado, 9 de abril de 2011

OLIENDO A TEIBOL

Y que me habla aquel vato, que me dice:

¿Qué pedo pinche Nan cómo andas?

YO: Chido wey, chido ¿tú qué onda?

¿A qué horas sales del jale?

YO:Como a las 7:30 ¿qué traes o qué?

¿Unas chevecillas o qué?

YO:Sobres wey cáeme, de aquí nos vamos.

Pero e wey vamos a un teibolcillo que está chido, ahí voy yo.

YO:Simón wey, simón sí se hace.


Si no es porque sabía quien me estaba hablando, les diría que esta llamada venía directo desde el cielo, que fue un ángel, quizás mi angelito de la guarda que le gusta ir a los teibols. Así que dieron las 7:30 y me fui derechito. Con santo y seña llegue al teibol pactado, mi camarada ni pasó por mí. Adentro tope a aquel vato, que por cierto ya estaba muy acomodado en primera fila. Además de él también el mesero me estaba esperando. Este wey ya algo más habituado a esos lugares pa´pronto que pide una promoción para los dos. La promoción es que te dan dos cheves a precio de una, ¡¡a conmadre no!! Además te ponen un tazoncito de limones. Total que ordenó la primera. Como una crónica maña, limpie el pico de la botella y le di el primer buche a mi tecate light, que por suerte estaba bien helada, sabrosa. Di un vistazo a todo a mi alrededor, creo que a veces el show está en otro lado y no en el escenario, así que como una vieja costumbre me puse a escanear todo el lugar muy despistadamente mientras le ponía poquita sal a mi limón. A mi compañero se le veía la cara muy iluminada no tanto por el fosforescente de los focos sino por una tremenda sonrisa, había un júbilo muy especial en su rostro, un gusto, una alegría como cuando un niño llega a una juguetería. La trataba de esconder bajo una leve seriedad pero le era difícil ocultarla. Se me hace que hasta se le había olvidado que llevaba un invitado. Yo realmente estaba disfrutando los tragos que le estaba dando a mi cerveza, no estaba tan atento al espectáculo, se me hizo más interesante una película que estaban pasando en las pantallas, una de Gael García en la que anda en una isla, comiendo frutas tropicales. No se veía nada chido.

Ya habían pasado unos cuantos minutos, para ese entonces llevábamos tres promociones, o sea tres tecates light cada uno. El DJ presentador o quien sabe como se le diga a ese wey, presentó a la siguiente lady (que por estar viendo la tele no escuche su nombre). Algo me hizo voltear a la pista y ¡sopas! como cuento de hadas, que va subiendo muy despacito las escaleras una sirena, una diosa, yo creo que muchas de las rolas colombianas están escritas para mujeres hermosas como ella (según yo me puse a tratar de imaginar su nombre real y me imagino que se ha de llamar Yaneth, no sé porque pero ese nombre se me vino a la mente), entonces la vi, se parecía a Jennifer López, así con rasgos como indios, como peruanos tipo como Madeinunsa. No pude hacer más que interrumpir los tragos que estaba gozando tanto. Se robo mi mirada y mis ojos se convirtieron en una de esas redes, que lo cazadores usan para capturar leones, tigres o panteras en la selva, la atrape toda, completita. Subió y le pusieron una rola de reggaeton, las fantasías viajaron, volaron, todas fueron a parar a esos ojos indios. Sin lugar a dudas es lo más bello que he visto en esos pinches lugares. Hasta su uniforme estaba lindo, era rojo pasión. En ese momento todo desapareció: las chicas que estaban haciendo fila, los meseros, los señores calenturientos con chicas trepadas en sus piernas, las pantallas, la película del Gael, las cheves, los limones y hasta mi camarada con la mente lo desaparecí, bye se esfumaron. Ella era bella, infinitamente sensual. Aunque la belleza al fin de cuentas es relativa, quizás para todos los espectadores sólo estaban viendo a una vieja más, bailando, ayudándoles a deshacerse del estrés o de su calentura. A mí lo que me volvió como medio loco fue su forma de bailar. Sí todas bailan, pero no todas bailan igual, no me dejarán mentir pero a poco no hay chicas que se les ve en la cara que lo están haciendo a huevo, porque no les queda de otra, tristemente lo hacen por la lana. Pero mi J-LO teibolera no, ella no es un teibolera como todas. Empezó la música, la diosa comenzó a bailar, su cuerpecito se movía como una hoja en el viento, como un caballito de mar, como una cobra hipnotizada por el sonido; se le notaba en su lindo rostro con rasgos peruanos que lo estaba disfrutando, gozando. Su sonrisa desprendía destellos casi celestiales que a un mortal como yo, fácil lo pueden mandar de paseo al otro mundo. No cabía en su boca esa sonrisa tan provocativa, tan sexy, llena de alegría, (dije: ¡no mames! Que feliz se ve, y de premio al final de su jornada le darán su buena feria). Inevitablemente comencé a sentir un cosquilleo que recorría todo mí cuerpo, pero que se intensificaba específicamente en una parte que no puedo mencionar.

Ella estaba en su flow, su vida, toda entera estaba puesta ahí, arriba de esa pedorra pista de baile con un tubo en medio, lo estaba disfrutando, se le notaba en sus ojos que toda su existencia y su ser estaban ahí, todo su flow, engentada, conectada el alma a su cuerpo, como cuando un carpintero empieza a trabajar a cortar y medir la madera y de pronto empieza a silbar y a tararear: Amorcito corazón, yo tengo tentación de un beso… como cuando se veía a Ana Gabriela Guevara corriendo los 500 metros y su cara no se movía para nada, nada, ni un solo gesto, en ese momento en que no existe nada más que hacer lo que tanto nos gusta, la energía fluye, la vida se concentra en una sola cosa, en este caso, bailar. Yo me la imaginaba soñaba y soñaba… entonces comprendí el sentido de aquella frase que dice: “ ¡¡Yo con esta vieja si me caso cabrón!!” Lo pensé a lo largo de 30 segundos, en serio, porque sinceramente no me la imagino despidiendo todos los días por la mañana a mi hijo Adriancito, persignándolo y dándole su loncherita y un besito antes de subirse al transporte que lo llevará al kínder, tampoco me la puedo imaginar echándome mis taquitos de harina, de jamón con huevo y frijolitos, bien enrrolladitos en bolsa de lonche, menos la veo allá en casa de mi Abuelita, recibiendo el año nuevo regalando playeras o paquetes de calcetines y recibiendo a cambio regalitos, bolsitas, o alguna bufanda tejida a mano por alguna de mis tías o ya de plano unos aretitos, porque de seguro me tendría que acompañar al intercambio que se hace con mis primos los Guardiola, no … la neta no, más bien me la imaginaba complaciendo todos y cada uno de mis tan placenteros caprichitos y convirtiendo mis fantasías en realidad, por eso al llegar al segundo número treinta volví a este mundo, para despabilarme le di otro buche a mis tecate light.

Me acorde de una chava con la que andaba que me decía: si papito, lo que tú quieras, todo, todo contigo y yo como siempre he sido muy escéptico pos dije a ver si es cierto, y en una de esas que le digo a ver báilame, y que me dice: ¡Aaay no!, ¿cómo crees?, yo no sé bailar así, no, no, ¡que oso!. Mi respuesta fue automática: ¡¡utaa madre!! ¿Pos no que lo que yo quisiera? La neta no me llama mucho la atención eso de los bailes eróticos, no es un lugar donde habiten mis fantasías, ni siquiera pasan cerca, más bien yo quería ver qué onda, que pasaba, como se veía, ya saben cómo es el mexicano de curioso. Aunque no sé porque me sorprendí tanto, si ella misma una vez también me dijo: ¿Oye mi amor y tú has ido a un teibol? Y yo como no entiendo la lección, así de una, como la pregunta fue a rajatabla que le contesto: sí, simón, sí si he ido, (pos le dije la neta), que se me espanta la muy loca (ya me imagino, como si le estuviera contando a una monjita), que se me indigna, que me dice: que grosero, descarado como lo dices así nomás, y yo ¡achinga! pos que querías que te hiciera una poesía, que te declamará o que pedo, además me preguntaste y te dije la verdad, así soy yo. Le dije pos sí, tengo 26 años, ¿qué quieres?, me hubiera dado más pena decirte que no a esa edad, además hasta tu papá ha ido que no haga pendejo, bueno eso nomás lo pensé. Lo que pasa es que esa morra tenía su realidad distorsionada y muy de la chingada. Yo estaba como que en este mundo y en otro paralelo, ya empezaban a relajarme las cheves. Ya se me estaban perdiendo hasta las horas del reloj, mi colega, digo camarada que me dice: Ya vámonos wey. Y sin más opción le caímos. Ya estando esperando el cambio del pago de las las cinco promociones, le di el último beso a la cheve, me vi en medio de eso minuto en que uno se pone a reflexionar sobre la vida: ni parece que fuera todavía el mismo día, que nació mal parido, había estado gacho, pesado, de esas veces que quisieras tener cuatro manos, cinco pies y poder correr más veloz que un puma, que las horas tuvieran al menos unos 90 minutos, que la gente fuera un poco más tranquila y comprensible, de esas veces que me hubiera gustado haber nacido con el don de la paciencia o al menos con esa habilidad de tirar a león a la gente que viene a este mundo nomás a joder. Caminé estresado, anduve tenso casi toda la tarde, eso me obligo a que estas horas esté saliendo de un teibol. Ya en camino, un poco más tranquilos, relajaditos, y como no era muy noche salimos a buscar un taxi. Ya trepados, el taxista empezó con su charla de siempre: Listo amigo, ¿de la chamba o de la escuela?, y yo ¡uta! de ninguna de las dos. Haciendo cuentas ese día creo que salí ganando. Del teibol me traje en mi mente y para siempre a esa J-LO teibolera con rasgos peruanos. Al chile también me quede con las ganas de seguir dándole más tragos a mi cerveza. Y una cosa había quedado bien clara en mi cabeza: Ella, mi india peruana es más feliz que todos los que estaban (o estábamos) en ese apestoso y pinchurriento lugar, estoy seguro. Y además que por primera vez en mis 28 años siento y lo puedo decir con todo mi corazón: Esas cheves sí me las merecía.